el Señor te salve
con tu hermana la santa pura simplicidad!
¡Señora santa pobreza,
el Señor te salve
con tu hermana la santa humildad!
¡Señora santa caridad,
el Señor te salve
con tu hermana la santa obediencia!
¡Santísimas virtudes,
a todas os salve el Señor,
de quien venís y procedéis!
No hay absolutamente nadie en el mundo entero
que pueda tener una de vosotras
si antes no muere a sí mismo.
Quien tiene una y no ofende a las otras,
las tiene todas,
y quien ofende a una,
no tiene ninguna y a todas ofende.
Y cada una confunde a los vicios y pecados.
La santa sabiduría
confunde a Satanás y a todas sus malicias.
La pura santa simplicidad
confunde a toda la sabiduría de este mundo
y a la sabiduría del cuerpo.
La santa pobreza
confunde a toda codicia y avaricia
y a las preocupaciones de este mundo.
La santa humildad confunde a la soberbia
y a todos los hombres del mundo,
y a todo lo que hay en el mundo.
La santa caridad
confunde a todas las tentaciones diabólicas
y carnales y a todos los temores carnales.
La santa obediencia
confunde a todos los propios quereres corporales y carnales,
y tiene mortificado su cuerpo
para obedecer al espíritu y para obedecer a su hermano,
y está sujeto y sometido
a todos los hombres que hay en el mundo;
y no sólo a los hombres,
sino también a todas las bestias y fieras,
para que, puedan hacer de él lo que quieran,
en cuanto les sea dado de lo alto por el Señor
Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor
y toda bendición (cf. Ap 4,9.11).
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.
Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor,
y soportan la enfermedad y la tribulación.
Dichosos aquellos que las soportarán en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!;
dichosos los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor
y dadle gracias
y servidle con gran humildad.
Rúbrica; Comienzan las alabanzas que compuso nuestro beatísimo padre Francisco, y decía en todas las Horas del día y de la noche y antes del Oficio de la bienaventurada Virgen María, iniciándolas de esta forma: Santísimo Padre nuestro, que estás en los cielos, etc., con el Gloria. A continuación díganse las alabanzas:
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Digno es el Cordero que ha sido sacrificado
de recibir el poder y la divinidad,
la sabiduría y la fortaleza,
y al Hijo, con el Espíritu Santo..
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Bendecid al Señor
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Alabad a nuestro Dios todos sus siervos
Alaben al que es glorioso
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Y todas las criaturas del cielo
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Como era en el principio, ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos. Amén.
Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.
Temed al Señor y dadle gloria.
Digno es el Señor de recibirla alabanza y el honor.
Alabadlo todos los que teméis al Señor.
Salve,
María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Alabada Dios, cielo y tierra.
Alabad al Señor todos los ríos.
Bendecid al Señor los hijos de Dios .
Éste es el día que hizo el Señor,
saltemos de gozo y alegrémonos en él.
¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡Rey de Israel!.
Todo ser viviente alabe al Señor .
Alabad al Señor, porque es bueno.
Todos los que leéis esto, bendecid al Señor.
Criaturas todas, bendecid al Señor.
Aves todas del cielo, alabad al Señor.
Niños todos, alabad al Señor.
Jóvenes y doncellas, alabad al Señor.
Digno es el Cordero que ha sido sacrificado,
de recibir la alabanza, la gloria y el honor.
Bendita sea la santa Trinidad e indivisa Unidad.
San Miguel arcángel, defiéndenos en la batalla.
creador, redentor, consolador y salvador nuestro!
pasado, presente y futuro.
Señor Jesucristo,
también en todas tus iglesias
que hay en el mundo entero y te bendecimos,
pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
(Testamento, 5)
Bendigamos al Señor, Dios vivo y verdadero, y restituyámosle siempre la alabanza, la gloria, el honor, la bendición y todos los bienes. Amén. Amén. Hágase. Hágase
concédenos por ti mismo a nosotros, míseros,
hacer lo que sabemos que quieres
y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purificados,
iluminados interiormente
y encendidos por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir las huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo,
que en perfecta Trinidad y en simple Unidad
vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente,
por todos los siglos de los siglos. Amén.
Y todos mis hermanos pueden hacer, cuando les agrade, ésta o parecida exhortación y loa, ante cualquier persona, con la bendición de Dios:
creador de todas las cosas.
porque, sabedlo, pronto moriremos.
y perseverad hasta el fin en el bien.
Y te damos gracias porque, así como nos creaste por tu Hijo, así también, por el verdadero y santo amor con que nos amaste, hiciste que él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima santa María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte.
¡Oh, cuán santo, es tener un tal esposo, defensor, hermoso y admirable!
¡Oh, cuán santo y cuán amado, es tener un tal hermano y un tal hijo, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y más que todas las cosas deseable, nuestro Señor Jesucristo!, que dio su vida por sus ovejas y oró al Padre diciendo:
Padre santo, guarda en tu nombre a los que me diste en el mundo; tuyos eran y tú me los diste. Y las palabras que me diste, se las he dado yo a ellos; y ellos las han aceptado y han creído verdaderamente que salí de ti, y han conocido que tú me enviaste.
Ruego por ellos y no por el mundo. Bendícelos y conságralos; también yo me consagro a mí mismo por ellos. No ruego sólo por ellos, sino también por los que han de creer en mí por su palabra, para que sean consagrados en la unidad, como nosotros. Y quiero, Padre, que donde estoy yo también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria en tu reino. Amén.
Exhortación cantada a Clara y sus hermanas